En una clara noche de marzo, a las 10 pm en punto, una multitud de cien personas, todas vestidas de negro canónico, llegó a la Galerie Internacional d’Art Contemporain en París. El evento era la primera pieza conceptual mostrada en esta galería por el nuevo artista, el Sr. Yves Klein. La galería era una de las más finas de París.
El Sr. Klein, vestido de saco negro, procedió a la conducción de la orquesta de diez piezas en su composición personal La Sinfonía Monótona que había escrito en 1949. Esta sinfonía consiste en una nota. Tres modelos vulgares acompañaron la presentación. El espectáculo, probablemente una auténtica experiencia metafísica para todos, duró unos veinte minutos. A ellos siguieron veinte minutos de silencio. Al fin de la pieza del Sr. Klein, todos en la audiencia consideraron que se encontraban frente al trabajo de un genio. El espectáculo fue un auténtico triunfo. Para culminar con esta poética belleza, el Sr. Klein pronunció las palabras finales: El mito está en el arte.
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Théophile Gautier acuñó la frase l’art pour l’art. Desde la primera edición de Émaux et camées (1852) hasta la obra póstuma Derniers vers (1872) se dedicó a una forma de pintura en miniatura, buscando alcanzar un punto estético de objetos escogidos en su mayor parte por su trivialidad. El afán de unir la poesía a las artes plásticas venía ya des de los 1840’s. Gautier simplemente desarrolló las implicaciones de esta cadena hasta su ultimidad, concentrando en el lenguaje de la forma, el color y la textura, y limitando la forma casi exclusivamente al cuasi-restrictivo cuarteto octosilábico. Aun temas que en su prosa de ficción sugieren un genuino interés espiritual, como la fluida naturaleza de la identidad o el destructivo poder amoroso, se convierten en ocasión para la virtuosa elaboración ornamental. Los mejores de estos poemas son transposiciones de una forma de arte a otra. Particularmente aquellas basadas en la música.
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Kant, Kiritk der Urteilskraft. El juicio reflexivo no es determinante: no "captura" una imagen bajo un concepto. El entendimiento toma las imágenes y las determina conceptualmente. Pero en el juicio reflexivo la imagen no puede ser determinada por un concepto: hay conceptos, pero ninguno puede aplicarse totalmente a la imagen, que siempre presenta nuevas caras. Surge entonces una tensión armónica entre entendimiento e imaginación que Kant llama 'libre juego de facultades'. Y de esa tensión surge el sentimiento placentero de gusto o disgusto (distinto al sentimiento de placer sensible). Como no hay concepto, no puede juzgarse la belleza desde patrones regulativos (el concepto es la regla). Por eso esta no es una belleza adherente (una belleza conceptual), sino libre.
Llevar a cabo el juicio de gusto implica la capacidad de unificar la naturaleza de la manera más alta posible. Esto significa: que la belleza se establece de manera subjetiva (lo cual no quiere decir 'privada'), sino que la belleza como tal no está en el objeto, y que la capacidad unificante del juicio estético simula el ideal de la razón (la capacidad de la razón de proponerse fines morales), y por ello se lleva a cabo un juicio técnico de la naturaleza: se entiende la naturaleza no mecánica, sino técnicamente (artísticamente), como si la naturaleza tuviera fines o armonía.
No podemos saber si la naturaleza tiene armonía, pero lo podemos suponer válidamente a partir del juicio estético. Y entonces, al juzgar técnicamente la naturaleza, ésta deja de ser un laberinto caótico de sensaciones, y se convierte en morada del hombre, que se siente a gusto. Por eso Kant dice que el hombre estético es admirable, porque tiene impulsos morales muy fuertes (a la capacidad estética, que es la capacidad de llevar a cabo juicios reflexivos y no es educable, acompaña el impulso hacia los fines, que habla de la moralidad).
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Esto no pasa de ser un programa. Primero, porque arte por el arte es un postulado (i.e. voluntario). Segundo, porque con la diferencia entre belleza libre y adherente Kant apunta, en el fondo, sólo a lo que en Heidegger será la noción (preteorética) de facticidad. El juicio estético no se resuelve exactamente desde la función analítica. Pero tampoco puede concedérsele entero a la espontaneidad del yo.
2 comentarios:
Amigo, el otro día encontré entre los viejos libros de seminario de mi padre uno que se titulaba "Literatura prescriptiva". Un título similar. Le dedicaba unos dos capítulos a un ataque de la "falsa y depravada noción del 'arte por el arte'". Cerré el libro despavorido. Me dejó polvo en las manos.
Calvin & Hobbes, amigo. Eso es arte impolvoso.
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