lunes, marzo 29, 2010

No fue a causa de una decisión premeditada, la idea de poner como banner principal de este blog la imagen de Adán y Dios que se encuentra en la Capilla Sixtina. Sí en cambio responde, a lo agradable que me resulta esa imagen.

El día de hoy he querido explorar el sentimiento que me surge al mirar dicha imagen, y llegó a la conclusión de lo representativo que es en mi vida ese gesto dibujado por Miguel Ángel.

 

Adán --representando a todos los hombre-- frente a Dios, con su dedo extendido, y Dios con un gesto similar hacia él.

 No podemos saber (haciendo una epoché de la historia de la revelación) quien ha decidió tener la iniciativa. Me gusta pensar que es un gesto motivado individualmente por la voluntad e intención interior de cada uno de estos dos personajes. Son dos seres que se quieren acercar. En la pintura están muy próximos, sin embargo no se tocan. El gesto expresado en el cuadro revela uno de los grandes enigmas de la vida del hombre ¿Existe Dios? (En la suma teológica Tomás de Aquino se lo pregunta así An sit Deus? solo leerlo me turba).

La distancia entre los dos dedos expresa -- a pesar de las muchas razones que hay para pensar en la existencia de Dios-- siemrpe como un salto de Fe. No tenemos certeza de su existencia. Asumir o no asumir la existencia de Dios presenta una complejidad de ordenamientos en nuestro comprender del universo.

Vuelvo al cuadro, me gusta observar la delicia con la que se sugiere el tema. El magnetismo que existe entre los dedos es terriblemente significativo. La atracción de esos dos dedos ha configurado de manera intensa y profunda nuestra cultura actual. Es un péndulo que ha descrito distintas trayectorias. En unas el hombre parece ser aquel quien se ha encaprichado en buscar una razón fuera de su razón para sostener su razón. En otras es Dios quien ha tomado la iniciativa, e incluso ha intentado tocar realmente al hombre y llamarle directamente. Sin embargo, en todos esos posibles movimientos permanece la distancia entre los dedos. A veces milimétrica a veces kilométrica.

Lo patente en esa imagen es la pregunta, es la necesidad, es la búsqueda. Zubiri dice el hombre no tiene religión es religión.



« FECISTI NOS, DOMINE, AD TE ET INQVIETUM EST COR NOSTRVM DONEC REQVIESCAT IN TE» 1

An sit Deus?

1 (Confes. I, 1, 1).

domingo, marzo 28, 2010

Últimamente he tenido poco tiempo de escribir. Cuando pongo estas líneas pienso que la razón por la que no lo he hecho es, quizá, porque he sido totalmente envuelto por el mar del oficinismo.

Lo último no significa, de ninguna manera, que haya dejado de admirar (hábito esencial para el que se dice filósofo). Simplemente he dejado de escribir.

Escribir no es para mí una actividad que pueda realizar con facilidad. La razón de esto es mi obsesión por darme a entender. Cuando escribo algo, muchas veces me doy cuenta que no explica bien lo que pienso; lo encuentro imperfecto, deseo en ese instante darle demasiados matices. Matizar más, me da una incuantiosa flojera. El esfuerzo por intentar generar una perfecta coherencia con lo que pienso y digo, alineado a querer afinar la proyección con la que deseo ser entendido, me cansa.

Sin embargo estoy firmemente convencido que la verdad está en el dinamismo del diálogo. El ejercicio de escribir es un ejercicio por la verdad. Lo retomaré. Escribir es contribuir con la humanidad, es un esfuerzo por generar un mejor logos para comprender la realidad.

Prometido lo retomaré.

domingo, marzo 14, 2010

¡Quiero!

martes, marzo 09, 2010

Jánico


Estoy seguro de que hay una conexión, pero no sé por dónde...

*

The paradox can be put in a different way: Christianity is the only religion that has foreseen its own failure. This prescience is known as the apocalypse. Indeed, it is in the apocalyptic texts that the word of God is most forceful, repudiating mistakes that are entirely the fault of humans, who are less and less inclined to acknowledge the mechanisms of their violence. The longer we persist in our error, the stronger God’s voice will emerge from the devastation. This is why no one wants to read the apocalyptic texts that abound in the synoptic gospels and Pauline epistles. This is also why no one wants to recognize that these texts rise up before us because we have disregarded the Book of Revelation. Once in our history the truth about the identity of all humans was spoken, and no one wanted to hear it; instead we hang ever more frantically onto our false difference.

[…]

By accepting to be crucified, Christ brought to light what had been “hidden since the foundation of the world”—the foundation itself, the unanimous murder that appeared in broad daylight for the first time on the Cross. In order to function, archaic religions need to hide their founding murder, which was being repeated continually in ritual sacrifices, thereby protecting human societies from their own violence. By revealing the founding murder, Christianity destroyed the ignorance and superstition that are indispensable to such religions. It thus made possible an advance in knowledge that was until then unimaginable.

[…]

Freed of sacrificial constraints, the human mind invented science, technology, and all the best and worst of culture. Our civilization is the most creative and powerful ever known, but also the most fragile and threatened because it no longer has the safety rails of archaic religion. Without sacrifice in the broad sense, it could destroy itself if it does not take care, which clearly it is not doing.

Rene Girard, "On War and Apocalypse", First Things (Ag/Spt, 2009)


Pasolini examina algunas de las características de esta nueva igualdad con la que el Poder ha homologado a los "consumidores". Una es la fosilización del lenguaje: se ha perdido la riqueza popular, la inventiva jergal, la brillantez del lenguaje del campesino. Otra, más dramática, es la tristeza. La gente está triste porque está frustrada; y está frustrada porque la sociedad de consumo le propone continuamente unos ideales imposibles de alcanzar. Pasolini echa de menos la alegría del "mozo de tahona, que estaba siempre alegre; era una alegría verdadera, que le chispeaba en los ojos; iba por la calle silbando y soltando ocurrencias. Su vitalidad era irresistible. Vestía de modo mucho más pobre que ahora: llevaba los pantalones remendados y la camisa andrajosa. Pero todo ello formaba parte de un modelo que en su barrio tenía un valor y un sentido. Se sentía orgulloso". Pasolini advierte que lo importante en la vida es la felicidad, y por la felicidad él se ha hecho revolucionario. "Hoy en día esta felicidad se ha perdido". El Desarrollo -económico- sólo produce angustia.

Orellana sobre Passolini, Páginas Digital (16.II.2010)