Ayer en la presentación de libro de Rodrigo Guerra "Como un gran movimiento" tuve oportunidad de realizar varias reflexiones. Una de ellas fue que a pesar de que Carlos A., uno de los presentadores del libro, siempre me ha parecido un tipo de ultraderechas y que por tal razón todo tipo de discurso que genere me hubiera parecido desacreditado, he de reconocer que realmente es un fantástico orador.
Que importante es que la gente tenga convicciones, pensaba cuando le oía hablar; mientras más arraigadas las convicciones más atractivos resultan los discursos de aquel que las posee. Esta pequeña experiencia me hizo meditar en como grandes pueblos han sido capaces de seguir a grandes locos; cuando hay gente con convicciones tan arraigadas y tan firmes, arrastran de una manera increíble.
Es un fenómeno curioso como cuando alguien están seguro de su discurso, se vuelve tan atrayente. La elocuencia tan ágil, tan rica, tan fuerte, engendra la convicción en el oyente -por lo menos emocionalmente- que aquel a quien se escucha es una persona digna de ser creída.
Las masas que por lo regular son de inteligencia media resultan ser blanco fácil para este tipo de seres ¿Por qué? Porque la masa es emocional. Y las emociones son el mejor modo para poder llegar a controlarlar al que mucho siente y poco piensa.
viernes, febrero 16, 2007
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3 comentarios:
¿Por qué no dices Abascal, cobarde?
Efectivamente cuando las convicciones están arraigadas, con base en ellas se construye, pero no sólo hace falta tener convicciones sino también ser inteligente y haber pensado, meditado, y vivido aquello que se comunica. Entonces sí resulta un discurso que convence. Y aunque estoy consciente de que algunos discursos sólo tienen la apariencia de convicentes, está en cada uno descubrir los auténticos, o al menos los que a uno le convencen.
Claro que hay oportunistas que sólo quieren convencer a las masas para manipularlas a su favor. Pero también los que dicen lo que realmente piensan y que lo lanzan a las masas para fermentarlas. Tu yo conocemos algunos ejemplos.
Para decir algo muy bien, se necesita creerlo, vivirlo y haberlo pensado mucho, esa sería la conclusión, ¿no?
¿por qué nadie me cree?
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