domingo, marzo 28, 2010

Últimamente he tenido poco tiempo de escribir. Cuando pongo estas líneas pienso que la razón por la que no lo he hecho es, quizá, porque he sido totalmente envuelto por el mar del oficinismo.

Lo último no significa, de ninguna manera, que haya dejado de admirar (hábito esencial para el que se dice filósofo). Simplemente he dejado de escribir.

Escribir no es para mí una actividad que pueda realizar con facilidad. La razón de esto es mi obsesión por darme a entender. Cuando escribo algo, muchas veces me doy cuenta que no explica bien lo que pienso; lo encuentro imperfecto, deseo en ese instante darle demasiados matices. Matizar más, me da una incuantiosa flojera. El esfuerzo por intentar generar una perfecta coherencia con lo que pienso y digo, alineado a querer afinar la proyección con la que deseo ser entendido, me cansa.

Sin embargo estoy firmemente convencido que la verdad está en el dinamismo del diálogo. El ejercicio de escribir es un ejercicio por la verdad. Lo retomaré. Escribir es contribuir con la humanidad, es un esfuerzo por generar un mejor logos para comprender la realidad.

Prometido lo retomaré.

1 comentario:

mariana-e dijo...

I second your motion, on doit ecrire plus :)