Es una continua tentanción interminable, de todos los días, entrar a mi blog y oír a Márquez. El clarinete con el que inicia el danzón es hipnotizante y seductor. Mientras pienso y escribo esto, recuerdo torpezas juveniles: un estimado colega filósofo que vive en Roma alguna vez me pidió un favor, contactar a Arturo Márquez para comunicarle un mensaje. Márquez era buen amigo suyo. En aquel momento él no tenía manera de llamarle, y me pidió que lo hiciera en su nombre.
Recuerdo que estaba en Tlaxcala cuando me pidió ese favor. Marqué y del otro lado contestó una voz sorprendida y con cierto dejo misántropo. No recuerdo que fue lo que pedí.
Una pena saber que tuve esa comunicación sin saber que era él, el Márquez del Danzón.
sábado, julio 31, 2010
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