jueves, agosto 31, 2006

Bruno Forte says

Esta es la respuesta que Bruno Forte da, a través de la poesía, al problema que sugeríamos en el post anterior; surgido de textos de Tomás de Aquino.

Paja:
accidental,
caduco se muestra el lenguaje,
frágil revestimiento
para evocar el abismo,
cruzado por palabras
que apenas dan cuenta
de la escondida fuente
del decir.
Como las semillas de trigo
de los campos soleados,
de las espigas maduras,
se deshacen
en premisas de panes sabrosos,
se diluyen
en nutrientes harinas,
así también las frases
quemadas por los soles
del decir maduro,
se explican
en rápidas cifras,
premisa de sabrosos silencios,
ordanándose
en alternativas diluidas
de esperas,
de escuchas... Escucha:
desde silencios profundísimos
procede la palabra
en tenue pronunciación
de sílabas cadenciosas
hacia nuevos silencios
preñados de vida.
Escucha:
germina desde el silencio
la palabra fecunda,
morada de los vivientes.
En silencio
escucha
la Palabra.
Escucha... El tiempo
de trilla ha llegado,
la paja ya es
separada de las semillas:
ya no es posible
trazar
figuras de voces.
Es victoria
rendirse ante el silencio:
el Asaltante nocturno
vence en el vado
de nuestro elocuente
callar.
"¡Reginaldo, no puedo!"

Estética o Metafísica

Primero, un fragmento de la respuesta que Tomás de Aquino dió a la pregunta de su secretario Reginaldo sobre el por qué de no continuar con la redacción de la Summa Teológica:

"No puedo. Todo lo que he escrito me parece paja comparado a lo que he visto y me ha sido revelado" (Non possum quia omnia quae scripsi videntur mihi paleae respectu eorum quae vidi et revelata sunt mihi).

"¿Cómo podríamos cantar un canto a Yahveh en una tierra extraña?" (Salmo
137, 4).

Despues, la interpretación, según algunos, de lo que Tomás de Aquino quiso decir con la respuesta anterior:

"En esta vida es mejor conocer que amar las cosas inferiores a nosotros, pero es mejor amar las cosas que son superiores. Respecto de Dios es mejor amarlo que conocerlo, porque el conocimiento hace que las cosas vengan a nosotros y se adapten a nuestra manera de ser; pero el amor, que es la caridad, nos hace salir de nosotros y nos lanza hacia el objeto amado. El que ama se asemeja a la cosa amada; el que conoce adapta la cosa conocida a su propio modo de ser. De suerte que, cuando se trata de cosas inferiores, las elevamos cuando las conocemos, porque les damos nuestro propio modo de ser; pero cuando las amamos nos envilecemos. En cambio, cuando conocemos las cosas superiores, las empequeñecemos cuando se adaptan a nuestra inteligencia; pero, cuando las amamos, nos elevamos hacia ellas. Por eso, en esta vida, es mejor amar a Dios que conocerlo, y por ello es más lo que amamos a Dios por la caridad que lo que lo conocemos por la fe."

Summa Theologiae, I, q. 82, a. 3.

¿Qué opinan?

viernes, agosto 25, 2006

Con motivo de los 50 años de su muerte


"My painting does not come from the easel. I hardly ever stretch the canvas before painting. I prefer to tack the unstretched canvas to the hard wall or the floor. I need the resistance of a hard surface. On the floor I am more at ease. I feel nearer, more part of the painting, since this way I can walk around it, work from the four sides and literally be in the painting.
I continue to get further away from the usual painter's tools such as easel, palette, brushes, etc. I prefer sticks, trowels, knives and dripping fluid paint or a heavy impasto with sand, broken glass or other foreign matter added.


When I am in my painting, I'm not aware of what I'm doing. It is only after a sort of 'get acquainted' period that I see what I have been about. I have no fear of making changes, destroying the image, etc., because the painting has a life of its own. I try to let it come through. It is only when I lose contact with the painting that the result is a mess. Otherwise there is pure harmony, an easy give and take, and the painting comes out well."

Jackson Pollock, 1956-02-20 The Wild Ones, Time LXVII.

martes, agosto 08, 2006

Apprivoiser v.s Anágke

“Bien sûr, dit le renard. Tu n'es encore pour moi qu'un petit garçon tout semblable à cent mille petits garçons. Et je n'ai pas besoin de toi. Et tu n'a pas besoin de moi non plus. Je ne suis pour toi qu'un renard semblable à cent mille renards. Mais, si tu m'apprivoises, nous aurons besoin l'un de l'autre. Tu seras pour moi unique au monde. Je serai pour toi unique au monde...”

Le petit prince, SAINT EXUPERY, Antoine


Hace algunos días recordé lo interesante que es el texto que pongo a los ojos del lector. Es un fragmento tremendamente famoso del Principito. Es un párrafo sensacional.

Me gustaría detenerme en las palabras “mais, si tu m'apprivoises, nous aurons besoin l'un de l'autre”, [pero si tu me domesticas, nos necesitaremos, uno del otro.] y más en concreto en el sentido de necesidad que se observa aquí. Si se analiza a primera vista se descubrirá que el término es utilizado en una acepción débil, por lo menos, en lo que se refiere al significado fuerte que tiene necesidad en la filosofía. Necesidad en sentido fuerte nos habla de “lo que no puede ser de otro modo” (Aristóteles, Met., L VII, 1072 b sigs), simpliciter en latín y anagkaion aploos en griego.

Anagké se refiere a lo incondicionado. Es llamativo como Aristóteles al definir necesidad tenga que recurrir a la negación: “lo que no puede ser de otro modo”; Lo necesario es lo que siempre se cumple.[1]

Después de estás consideraciones, podríamos constatar aparentemente lo que afirmábamos: que el sentido de necesidad expresado en el fragmento del Principito sería un sentido débil de necesidad.

Sin embargo en mi opinión el sentido de necesidad dibujado por Saint Exupery expresa un sentido más pleno o más perfecto de lo que es la necesidad, pues agrega un elemento al sentido ordinario que hemos venido describiendo de necesidad: la voluntad de necesitar. Como se explicaba algunas líneas arriba, la necesidad en sentido fuerte es cumplimiento máximo, es lo que siempre es igual e irremediablemente: sin embargo es esa ceguera impuesta —en este tipo de necesidad— donde me parece se puede encontrar la debilidad de ese sentido.

La necesidad en el sentido “fuerte” no está condicionada por sí misma, sino que simplemente está condicionada. De ahí el calificativo de ciega que otorgábamos a la anagké en el párrafo anterior. La fuerza de está necesidad es una condición a priori, no se llega a necesitar sino que siempre se ejerce la necesidad, y por tanto no se deja de necesitar, ni se tiene que mantener el necesitar. En cambio el necesitar de Saint Exupery es un necesitar deseado. Se necesita porque se quiere. No hay necesidad estricta de necesitar sino que se quiere necesitar. He ahí donde se puede comenzar a vislumbrar la superioridad del apprivoiser de Saint Exupery.

Apprivoiser es necesitar porque se quiere. Querer necesitar es un acto superior, pues se entiende, se quiere y se siente necesitar, es la conjunción de varios actos. Implica el repliegue de un ser sobre sí para salir de sí.

Este necesitar, además, individualiza. Anagké es una condición universal, no distingue sino que se aplica totalitariamente. Apprivoiser reconoce e individualiza: "Je ne suis pour toi qu'un renard semblable à cent mille renards. Mais, si tu m'apprivoises, nous aurons besoin l'un de l'autre. Tu seras pour moi unique au monde. Je serai pour toi unique au monde...” El que decide necesitar, distingue la razón de su necesitar, al grado que la distingue máximamente sobre las otras cosas.

En la última observación también podemos llegar a otra conclusión, quien necesita en este sentido, tiene que ser necesitado. Este paso es más complejo justificar desde la argumentación que venimos proponiendo. Me parece que el paso clave para entender esta premisa se encuentra en la pregunta ¿por qué necesitar? En la acepción de anagké no hay espacio para esta pregunta, pues al ser una condición a priori remite a la estructura de la condición de necesidad, lo necesario ocurre porque así es. No hay una razón para necesitar sino que simplemente hay necesidad. La necesidad sucede. Y aquí vemos una vez más la distinción entre estos tipos de necesidad. Apprivoiser implica un salir a necesitar, anagké no. La necesidad en sentido anagké esta cerrada, en cambio apprivoiser implica una salida, un necesitar-necesitar es decir desear necesitar. El que quiere necesitar curiosamente necesita-necesitar, si no, no buscaría necesitar. Este necesitar puede decidir no necesitar, sin embargo poder-necesitar refleja la condición de apertura: el deseo de necesitar espera un necesitar.


Necesitar-necesitar. Es llamativo este círculo que se ha desvelado al hablar de necesidad en el sentido expuesto por Saint Exupery. Es curioso que algo quiera necesitar de algo. Aún es más extraño, si entendemos el querer como un acto que implica libertad, que la libertad necesite. Aparentemente como lo señalamos en alguna nota al pie de este texto, libertad y necesidad son contradictorios; entonces ¿es lógico pensar que la libertad necesite? La clave para acabar de comprender este necesitar, a mi juicio, está en la estructura donal de los seres libres, sin embargo esta condición es objeto de otro estudio. La observación que hemos hecho del necesitar, es solo un elemento más de la compleja realidad de la donación.

[1] Cabe decir que esta acepción de necesidad en nuestros días es uno de esos términos incómodos. ¿Por qué? Porque tal pareciese que la necesidad se mueve hierática e incólume pasando de largo, sin detenerse ante nada ni ante nadie, la necesidad no respeta, ni mira, ni condesciende: ocurre, y siempre. Y sobre todo es más incomoda cuando se le enfrenta a la libertad.